jueves, 29 de julio de 2010

El Mandylion

El rostro humano de Cristo es el icono fundamental, tomando la palabra en el sentido más amplio de la imagen. Por eso no es de extrañar que la tradición atribuya al mismo Jesús aún vivo el envío de un retrato suyo formado milagrosamente en un lienzo, el Mandylion, a un rey de Edesa, de nombre Abgar V de Ukhamn.
De esta tradición deriva el icono de “El Salvados acherópita”(no hecho por mano de hombre), el cual es considerado la representación mas fiel de Jesús, ya que su imagen fue impresa por el mismo Cristo. Es la imagen primera y milagrosa de Dios encarnado.
El icono intenta reproducir la misteriosa belleza de su rostro. Hay diversos tipos, pero todos de una severa y equilibrada belleza.
Ante todo llama la atención el Mandylion (= paño, pañuelo) en el que el rostro de Cristo es circundado por el nimbo cruciforme, que lleva inscritas las letras griegas que significan “El que es” mientras que en el Mandylion están escritas las abreviaturas de “Jesucristo”. En este tipo de icono no se ve nunca el cuello. En el rostro, los ojos tienen un relieve particular, la boca es pequeña, el bigote cae sobre la barba, que, al unirse con el pelo (con el característico tupé en la frente) le sirve al rostro de marco oscuro. La misma tez es mucho más oscura de lo habitual, porque se quiere evitar toda sensualidad, ofreciendo una imagen más evocadora que real, aunque se conserva el parecido con el retrato transmitido a lo largo de los siglos y atestiguado también por las impresiones del Santo Sudario de Turín.
El icono, conocido también con el nombre de la Santa Faz, corresponde a un tipo bien definido, es como el arquetipo del que derivan los restantes iconos de Cristo. Algunas veces, dos ángeles sostienen el Mandylion, desde ambos márgenes superiores.
El rostro del Señor, semejante en todos los tipos de iconos, tiene una mirada particularmente penetrante y hace posible vislumbrar el origen divino y trascendente del Verbo de Dios. Su expresión que es seria, casi severa, pero al mismo tiempo alentadora, destaca aún más su poder de irradiación.
De acuerdo con distintas leyendas el rey Abgar V de Edesa, en Siria, víctima de la lepra, habiendo oído hablar de las curaciones hechas por Jesús, envió a su ministro Hannan con la misión de convencer a Cristo para que fuera a curarle, o bien que al menos le permitiera obtener su retrato.
Hannan, que también era pintor, intentó hacerlo, pero no pudo conseguirlo “a causa de la Gloria indecible de aquel rostro”. Dándose cuenta Jesús, le pidió el velo de su cabeza (su mandylion) y mojándose el rostro, lo aplicó en él para secarse, dejando así impresas las facciones de su rostro. Hannan lo llevó a su señor, el cual quedó curado. Abgar creyó en Jesús y se convirtió con los suyos. En el año 201, la iglesia de Edesa es considerada ya muy antigua.
El Mandylion fue colocado en un nicho encima de una de las puertas de la ciudad: primera imagen de Jesús, primer “icono”. Durante una vuelta al paganismo, el obispo mandó a tapiar el nicho y encender una lámpara en el interior. En el siglo V se vuelve a hablar de ese icono. Luego, en 544, durante el asedio a la ciudad de Cosroes, rey de los persas, el icono salva la ciudad: los textos refieren que fue encontrado intacto y que la lámpara ardía todavía.
En 787, el VII concilio ecuménico de Constantinopla hace referencia a él. En 944 nos enteramos que es comprado por el emperador de Constantinopla a cambio de doscientos prisioneros sarracenos, doce mil denarios de plata y la promesa de no volver a atacar a Edesa. La Santa Faz fue colocada entonces en Constantinopla, en la iglesia de Pharos. Pero en 1204 habría desaparecido después del saqueo de la ciudad por los cruzados francos.
Anteriormente, en el curso de los siglos, se habían hecho numerosas copias suyas. En un icono Gregoriano del siglo VI (por tanto, en la época en que el Mandylion estaba aún en Edesa) se lo identifica con toda certeza. Por otra parte, en un icono del Monte Sinaí se reconoce a Hannan entregando el Mandylion a Abgar, así como a Tadeo, uno de los doce apóstoles.
En 1294 fue enviado a Laon un icono de la Santa Faz. Había sido pintado en Servia a principios del siglo XII. También en San Pedro de Roma se venera un icono llamado de Santa Verónica (= Vera – icónica = verdadera imagen)
Presente del Jupan de Servia al Papa Celestino III por el año1180. Pero será robado en 1527 por la soldadesca de Carlos V. A principios del siglo XV, bajo la influencia de los franciscanos, la antigua tradición del Mandylion había cedido el puesto al tema de “Verónica”. Verónica, habría sido una piadosa mujer de Jerusalén que enjugó con su velo el rostro, cubierto de sangre y esputos, de Jesús camino al Calvario. El velo habría conservado la marca del rostro sagrado.
Otra tradición, también muy firme, refiere que hubo retratos de Jesús de cuando vivía o de poco después de la ascensión, pintados por discípulos que lo habían visto con sus propios ojos. Pero todo ha desaparecido, bien durante la primera dispersión hacia el 70, bien durante la crisis iconoclasta de los siglos VIII y IX, bien durante las cruzadas, bien por efecto del tiempo.
De la misma forma, tampoco queda absolutamente nada de los manuscritos del período apostólico. Iconos y escritos primitivos han llegado a nosotros a través de copias de copias y de traducciones de traducciones
El 16 de Agosto los libros litúrgicos griegos y eslavos tienen el propio de un “Traslado de Edesa a Constantinopla de la imagen no pintada por mano humana, es decir, del Santo Mandylion de Nuestro Señor Jesucristo”.
Según la teología de las imágenes sagradas, el icono original es Cristo porque en él se junta el proyecto de Dios que hizo al hombre a su imagen y semejanza y su condescendencia divina al asumir con la naturaleza humana nuestra imagen: la creación y recreación del hombre. Por eso, una de las meditaciones más necesarias para contemplar la belleza del Señor en sus misterios, tiene que centrarse en su imagen. Todos los misterios se resumen y se reflejan en el rostro de Cristo, belleza esplendorosa de Dios y belleza humana sin igual. El icono en realidad es Cristo, imagen del Padre, Dios de Dios y luz de luz. Y meditar ante un icono es sobre todo contemplar el rostro del Señor y dejarse mirar por él, encontrar una presencia que no se impone, sino que se propone. Es fijar los ojos en Cristo que a su vez nos acoge con el amor misericordioso del Salvador, pero alguna vez con la mirada seria del Juez que es una llamada apremiante a ser coherentes con nuestra vocación de hijos y discípulos.
Contemplamos su imagen porque es nuestra imagen, a la que debemos configurarnos según el designio del Padre (Rom. 8, 29).
El icono nos invita a un coloquio de silencios y miradas en el que el Espíritu del Señor nos abre los inmensos espacios de la contemplación, lo profundo e inagotable de la gracia del Señor, porque hay todavía “mucho que ahondar en Cristo” según la expresión de San Juan de la Cruz. Nadie podrá narrar los diálogos contemplativos que la imagen de Cristo sugiere, la profundidad de su mirada misericordiosa, la comunicación intensa con él cuando los ojos se cierran para descubrir la imagen viva que está esculpida en lo más profundo de nuestro ser.
Dejemos que el espíritu suscite en nosotros la contemplación más intensa, ya que es él quien nos guía hacia Cristo y quien descubre las profundidades de su misterio.

Fuente:http://www.orthodoxworld.ru/es/icona/book/20/index.htm


1 comentario:

  1. Al renacer el arte del icono, los maestros actuales acuden a las fuentes escritas en busca de las fórmulas de los artistas antiguos pero, lo que es igualmente, se dirigen también a sus creaciones, que se conservan con amor en las colecciones de los museos. best-resume-builder.com

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