domingo, 20 de junio de 2010

Icons in the world

http://commons.wikimedia.org/wiki/Icon

El icono es una imagen
















El icono no fue inventado por los artistas, es una Tradición de la Iglesia y una regla confirmada. La Iglesia a través de sus clérigos vigila para que los iconógrafos se abstengan de fantasear y sigan la Tradición. No se debe deshonrar ni desfigurar los iconos.Para ser un Iconógrafo, no basta el arte y el talento de artista aunque también éstos son necesarios. El icono para el Iconógrafo es un camino; es una forma de vida dedicada a la contemplación y al estudio. Para escribir iconos se necesita una cierta ascesis de paciencia, de silencio, de perseverancia y de oración continua. El Iconógrafo debe alcanzar el dominio de los medios con los que trabaja a fin de que ellos le sirvan para hacer un relato del cielo. El icono relaciona dos infinitos: la Luz Divina y el espíritu humano. La Belleza del icono es la Verdad que ha descendido del cielo y se ha vestido con Sus formas, no es la belleza concebida por el arte profano que es puramente estética. El Iconógrafo pinta allá donde pierde pie, donde no posee su arte, sino que es poseído, allá donde se deja hacer, allá donde se refleja la imagen icónica de Dios, la Belleza del Señor. Allá donde hay un mundo que se le da y que él no lo puede forzar. Sólo desde aquí se puede comprender que un icono es “imagen sagrada”. A diferencia de la “imagen religiosa” en la que el artista expresa su fantasía y visión personal, el Iconógrafo adapta su sensibilidad personal a la obra del Espíritu Santo y por lo mismo a la Iglesia quien lo consagra. La imagen religiosa es utilizada como elemento ornamental, el icono es “imagen sagrada” por la que “recordamos todos los prototipos y somos conducidos ante ellos”(Horos de Nicea II). En el icono el detalle queda reducido a lo mínimo y la expresión a lo máximo. Con laconismo y sobriedad, el Icono corresponde a las Sagradas Escrituras; muestra solo lo esencial. Se debe renunciar a la expresión naturalista del espacio rechazando el volumen, la perspectiva, el movimiento y la proyección de sombras.El arte iconográfico no representa una escena en que el espectador mira pero no participa, sino que representa personajes relacionados entre sí por el sentido general de imagen y unidos sobre todo al espectador; porque es más importante la comunicación con el espectador que la acción representada, pues esa comunicación debe conducir a su propio interior.La Tradición de la Iglesia cultiva el refinamiento en el estilo y en el gusto, y el Cánon Iconográfico precisa los grandes principios que conciernen a la forma y al contenido. La iconografía no es un libre juego de la imaginación, sino la lectura de los arquetipos y la contemplación de los prototipos. Por eso las reglas iconográficas no son inmutables; no comprimen la espontaneidad del Iconógrafo.La rigidez de la regla iconográfica preserva al Iconógrafo del subjetivismo impresionista de los románticos y la sujeción al ritmo contribuye a la claridad de la expresión y a su pleno poder.Aún así, sin abandonar los cánones, el Iconógrafo puede modificar el ritmo de la composición, los contornos, las líneas cortas o largas, ciertos colores y los matices que llegan a ser únicos para cada artista: con todo esto puede expresar una característica totalmente personal.Iconógrafos como Andrej Rublev o Teófanes el Griego, escribían iconos con una misma composición y sobre el mismo tema: resulta asombroso constatar que, a pesar de ser parecidos, no hay uno igual al otro. No es posible encontrar dos iconos idénticos, ni aún hechos por el mismo Iconógrafo.Cada icono, cada Iconógrafo, cada escuela, tiene su propio sello. El arte iconográfico es un lenguaje, un sistema de expresión especial cuyos elementos se relacionan con sentido, del mismo modo que el pensamiento se relaciona con las palabras de una frase. Su contenido, su mensaje secreto, expresan lo trascendente.“La crisis actual del Arte Sagrado no es estética; es religiosa” afirma Evdokimov. Si bien en los últimos años vimos resurgir el interés por los iconos, existe un iconoclasmo (rechazo del icono) generalizado, porque progresivamente se fueron perdiendo la comprensión del simbolismo litúrgico y la visión patrística en lo religioso y de lo religioso. Actualmente solo hay obras de arte sobre temas religiosos, que siguiendo las leyes ópticas lanzan su red sobre las cosas y constituyen una visión de lo que es inmanente.Los principios del arte religioso moderno están en función de un estado de exteriorización, de separación, de distancia y de aislamiento. Para expresarse, buscan el espacio que se interpone entre el ojo y las cosas, a través de la unidad de acción, de la red del tiempo y la realidad espiritual, sólo son útiles para la vida corriente, a través de la ilusión óptica. La iconografía, al contrario, trata de conseguir un estado de interiorización, de unión, de aproximación y de comunión. Para expresar se busca la unión entre el ojo y el icono, a través de la diversificación en la acción, sin tiempo, con una perspectiva invertida. No utiliza la ilusión óptica; trata de mostrar la realidad espiritual y la Imagen visible de la Divinidad. No presenta una óptica habitual y le impone al espectador otros principios.El Iconógrafo no puede ignorar nada de las técnicas pictóricas, pero no debe hacer de ellas la condición de su arte. El icono no copia de la naturaleza; la relación entre las dimensiones de los seres y las cosas no entra en un icono; sugiere la presencia esquemática del mundo, por medio de formas geométricas que diseñan las escarpadas rocas de una arquitectura surrealista. El icono realiza una sabia abstracción que elimina el peso y conduce a una figuración paradójica de las cosas; la arquitectura esquemática, las rocas, las plantas y los animales que se utilizan no tienen valor por si mismos, solo refuerzan el significado de los personajes y muestran la sumisión de lo material a lo espiritual.La materia está viva pero inmóvil, aparenta una desmaterialización, más convierte al hombre terreno en hombre celestial. No se rinde culto al físico; la desnudez es encubierta, se adivina el misterio de la Transfiguración a través de los pliegues de la ropa. No se exalta la anatomía; se la deforma expresamente dándole una aparente rigidez para resaltar la potencia interior. A través de las deformaciones voluntarias y admirablemente medidas, se muestra el desapego de las formas terrestres y se da a los cuerpos una esbeltez tal que pierden su carácter carnal. Por otra parte si se observa desnudez en los iconos, esta se muestra como “un vestido de gloria”, no demuestra malicia o sensualidad sino Corporeidad Espiritual; la carne se viste de espacio luminoso como la desnudez anterior al pecado original. El iconógrafo trata el tiempo y el espacio con gran libertad, utiliza a su gusto los elementos de este mundo y deja atrás la audacia de la pintura moderna. Invierte la perspectiva, hace que todos los tiempos y lugares vengan a convergir en un punto; todo se lleva para afuera. La posición de los personajes y su tamaño dependen de su significado.Respetando el ritmo propio de la composición, la forma plana de la tabla, el Iconógrafo da libertad a cada parte que está en función de sí misma. Todo objeto se presenta como sujeto conocido en sí mismo. Los personajes del plano posterior pueden ser mayores que los del plano anterior sin perder la armonía del conjunto.El arte moderno modela en tres dimensiones, el arte iconográfico modela en dos dimensiones sin tener en cuenta la tercera. El iconógrafo organiza su composición en base a la altura y no a la profundidad, subordina el conjunto a la superficie de la madera plana o al lugar en que se escribe el icono; por lo tanto, suprime el vacío y coloca los personajes sobre dos dimensiones y a lo largo de la superficie por la cual parecen resbalar, salir y avanzar hacia aquél que los contempla. El Iconógrafo no trabaja el claroscuro; no utiliza la profundidad ficticia, ni el volumen, lo substituye por la superposición de colores y las manchas claras (que dan la noción de distancia), y por la perspectiva invertida y los fondos luminosos.No hay cronología en el tiempo; las escenas se superponen siguiendo el orden interior de un tiempo dado, la composición no está hecha jamás entre muros, los episodios se asocian conforme su sentido; la acción se desenvuelve fuera de los límites de lugar y de tiempo. No hay lugar; no hay tiempo; todo fue, todo es, todo será, todo es presente siempre y para siempre.La perspectiva tal cual la estudiamos en forma académica, es un producto del Renacimiento. Esta perspectiva consiste en que entre el cono óptico entre el objeto y el ojo se determine un punto de fuga donde las líneas se encuentran y que, para que el que mira, se sitúa en la línea de horizonte. Los objetos distantes parecen más pequeños, todo está proporcionado a la distancia y da la ilusión de profundidad. Así es el sistema científico y matemático que representa un objeto en el espacio.En iconografía hablamos de perspectiva invertida. Esa perspectiva consiste en que el punto de fuga entre el cono óptico y el objeto no se encuentra atrás en el cuadro, sino al frente, en el espectador. Los objetos no se encuentran en forma proporcional a la distancia; no hay ilusión de profundidad. Esta perspectiva no es un sistema científico, ni matemático, es un “sistema espiritual” que representa los objetos en un “espacio celestial”. Las líneas se dirigen en sentido inverso. El mundo del icono está “vuelto hacia el hombre” porque los personajes salen a su encuentro, o sea, el mundo del icono es el comentario iconográfico de la “conversión evangélica”. El Iconógrafo utiliza colores radiantes, nunca sombríos. El color es llevado a su máxima saturación y ofrece una gama cromática plena, hasta el blanco. Los colores pueden cambiar conforme al tema, la escuela y el sentido de la composición.Hoy en día, el pintor maneja los colores como un arco iris fuera de su contexto cósmico; utiliza el espectro solar variándolo de muchos modos, pero no une el cielo y la tierra; no dice nada al hombre de un modo esencial; utiliza el juego del color para un fin estético.En el icono, el arco iris no es un juego estético. Los colores son símbolos escondidos. Según la Biblia, el arco iris es el gran símbolo de la Alianza entre Dios y el hombre. En la iconografía, el arco iris sostiene el cuerpo del Cristo Pantocrátor en el momento de su venida gloriosa.La luz en el icono sirve de materia colorante, la hace luminiscente en sí misma, lo cual vuelve inútil toda fuente de luz, como en la Ciudad celeste del Apocalipsis.A través de su conocimiento, el Arte Iconográfico lleva de “la Luz del primer Día” hasta la “Ciudad Luminosa” del “Último Día”.


FUENTE: EL MUNDO ORTODOXO

El icono es una imagen














El icono no fue inventado por los artistas, es una Tradición de la Iglesia y una regla confirmada. La Iglesia a través de sus clérigos vigila para que los iconógrafos se abstengan de fantasear y sigan la Tradición. No se debe deshonrar ni desfigurar los iconos.Para ser un Iconógrafo, no basta el arte y el talento de artista aunque también éstos son necesarios. El icono para el Iconógrafo es un camino; es una forma de vida dedicada a la contemplación y al estudio. Para escribir iconos se necesita una cierta ascesis de paciencia, de silencio, de perseverancia y de oración continua. El Iconógrafo debe alcanzar el dominio de los medios con los que trabaja a fin de que ellos le sirvan para hacer un relato del cielo. El icono relaciona dos infinitos: la Luz Divina y el espíritu humano. La Belleza del icono es la Verdad que ha descendido del cielo y se ha vestido con Sus formas, no es la belleza concebida por el arte profano que es puramente estética. El Iconógrafo pinta allá donde pierde pie, donde no posee su arte, sino que es poseído, allá donde se deja hacer, allá donde se refleja la imagen icónica de Dios, la Belleza del Señor. Allá donde hay un mundo que se le da y que él no lo puede forzar. Sólo desde aquí se puede comprender que un icono es “imagen sagrada”. A diferencia de la “imagen religiosa” en la que el artista expresa su fantasía y visión personal, el Iconógrafo adapta su sensibilidad personal a la obra del Espíritu Santo y por lo mismo a la Iglesia quien lo consagra. La imagen religiosa es utilizada como elemento ornamental, el icono es “imagen sagrada” por la que “recordamos todos los prototipos y somos conducidos ante ellos”(Horos de Nicea II). En el icono el detalle queda reducido a lo mínimo y la expresión a lo máximo. Con laconismo y sobriedad, el Icono corresponde a las Sagradas Escrituras; muestra solo lo esencial. Se debe renunciar a la expresión naturalista del espacio rechazando el volumen, la perspectiva, el movimiento y la proyección de sombras.El arte iconográfico no representa una escena en que el espectador mira pero no participa, sino que representa personajes relacionados entre sí por el sentido general de imagen y unidos sobre todo al espectador; porque es más importante la comunicación con el espectador que la acción representada, pues esa comunicación debe conducir a su propio interior.La Tradición de la Iglesia cultiva el refinamiento en el estilo y en el gusto, y el Cánon Iconográfico precisa los grandes principios que conciernen a la forma y al contenido. La iconografía no es un libre juego de la imaginación, sino la lectura de los arquetipos y la contemplación de los prototipos. Por eso las reglas iconográficas no son inmutables; no comprimen la espontaneidad del Iconógrafo.La rigidez de la regla iconográfica preserva al Iconógrafo del subjetivismo impresionista de los románticos y la sujeción al ritmo contribuye a la claridad de la expresión y a su pleno poder.Aún así, sin abandonar los cánones, el Iconógrafo puede modificar el ritmo de la composición, los contornos, las líneas cortas o largas, ciertos colores y los matices que llegan a ser únicos para cada artista: con todo esto puede expresar una característica totalmente personal.Iconógrafos como Andrej Rublev o Teófanes el Griego, escribían iconos con una misma composición y sobre el mismo tema: resulta asombroso constatar que, a pesar de ser parecidos, no hay uno igual al otro. No es posible encontrar dos iconos idénticos, ni aún hechos por el mismo Iconógrafo.Cada icono, cada Iconógrafo, cada escuela, tiene su propio sello. El arte iconográfico es un lenguaje, un sistema de expresión especial cuyos elementos se relacionan con sentido, del mismo modo que el pensamiento se relaciona con las palabras de una frase. Su contenido, su mensaje secreto, expresan lo trascendente.“La crisis actual del Arte Sagrado no es estética; es religiosa” afirma Evdokimov. Si bien en los últimos años vimos resurgir el interés por los iconos, existe un iconoclasmo (rechazo del icono) generalizado, porque progresivamente se fueron perdiendo la comprensión del simbolismo litúrgico y la visión patrística en lo religioso y de lo religioso. Actualmente solo hay obras de arte sobre temas religiosos, que siguiendo las leyes ópticas lanzan su red sobre las cosas y constituyen una visión de lo que es inmanente.Los principios del arte religioso moderno están en función de un estado de exteriorización, de separación, de distancia y de aislamiento. Para expresarse, buscan el espacio que se interpone entre el ojo y las cosas, a través de la unidad de acción, de la red del tiempo y la realidad espiritual, sólo son útiles para la vida corriente, a través de la ilusión óptica. La iconografía, al contrario, trata de conseguir un estado de interiorización, de unión, de aproximación y de comunión. Para expresar se busca la unión entre el ojo y el icono, a través de la diversificación en la acción, sin tiempo, con una perspectiva invertida. No utiliza la ilusión óptica; trata de mostrar la realidad espiritual y la Imagen visible de la Divinidad. No presenta una óptica habitual y le impone al espectador otros principios.El Iconógrafo no puede ignorar nada de las técnicas pictóricas, pero no debe hacer de ellas la condición de su arte. El icono no copia de la naturaleza; la relación entre las dimensiones de los seres y las cosas no entra en un icono; sugiere la presencia esquemática del mundo, por medio de formas geométricas que diseñan las escarpadas rocas de una arquitectura surrealista. El icono realiza una sabia abstracción que elimina el peso y conduce a una figuración paradójica de las cosas; la arquitectura esquemática, las rocas, las plantas y los animales que se utilizan no tienen valor por si mismos, solo refuerzan el significado de los personajes y muestran la sumisión de lo material a lo espiritual.La materia está viva pero inmóvil, aparenta una desmaterialización, más convierte al hombre terreno en hombre celestial. No se rinde culto al físico; la desnudez es encubierta, se adivina el misterio de la Transfiguración a través de los pliegues de la ropa. No se exalta la anatomía; se la deforma expresamente dándole una aparente rigidez para resaltar la potencia interior. A través de las deformaciones voluntarias y admirablemente medidas, se muestra el desapego de las formas terrestres y se da a los cuerpos una esbeltez tal que pierden su carácter carnal. Por otra parte si se observa desnudez en los iconos, esta se muestra como “un vestido de gloria”, no demuestra malicia o sensualidad sino Corporeidad Espiritual; la carne se viste de espacio luminoso como la desnudez anterior al pecado original. El iconógrafo trata el tiempo y el espacio con gran libertad, utiliza a su gusto los elementos de este mundo y deja atrás la audacia de la pintura moderna. Invierte la perspectiva, hace que todos los tiempos y lugares vengan a convergir en un punto; todo se lleva para afuera. La posición de los personajes y su tamaño dependen de su significado.Respetando el ritmo propio de la composición, la forma plana de la tabla, el Iconógrafo da libertad a cada parte que está en función de sí misma. Todo objeto se presenta como sujeto conocido en sí mismo. Los personajes del plano posterior pueden ser mayores que los del plano anterior sin perder la armonía del conjunto.El arte moderno modela en tres dimensiones, el arte iconográfico modela en dos dimensiones sin tener en cuenta la tercera. El iconógrafo organiza su composición en base a la altura y no a la profundidad, subordina el conjunto a la superficie de la madera plana o al lugar en que se escribe el icono; por lo tanto, suprime el vacío y coloca los personajes sobre dos dimensiones y a lo largo de la superficie por la cual parecen resbalar, salir y avanzar hacia aquél que los contempla. El Iconógrafo no trabaja el claroscuro; no utiliza la profundidad ficticia, ni el volumen, lo substituye por la superposición de colores y las manchas claras (que dan la noción de distancia), y por la perspectiva invertida y los fondos luminosos.No hay cronología en el tiempo; las escenas se superponen siguiendo el orden interior de un tiempo dado, la composición no está hecha jamás entre muros, los episodios se asocian conforme su sentido; la acción se desenvuelve fuera de los límites de lugar y de tiempo. No hay lugar; no hay tiempo; todo fue, todo es, todo será, todo es presente siempre y para siempre.La perspectiva tal cual la estudiamos en forma académica, es un producto del Renacimiento. Esta perspectiva consiste en que entre el cono óptico entre el objeto y el ojo se determine un punto de fuga donde las líneas se encuentran y que, para que el que mira, se sitúa en la línea de horizonte. Los objetos distantes parecen más pequeños, todo está proporcionado a la distancia y da la ilusión de profundidad. Así es el sistema científico y matemático que representa un objeto en el espacio.En iconografía hablamos de perspectiva invertida. Esa perspectiva consiste en que el punto de fuga entre el cono óptico y el objeto no se encuentra atrás en el cuadro, sino al frente, en el espectador. Los objetos no se encuentran en forma proporcional a la distancia; no hay ilusión de profundidad. Esta perspectiva no es un sistema científico, ni matemático, es un “sistema espiritual” que representa los objetos en un “espacio celestial”. Las líneas se dirigen en sentido inverso. El mundo del icono está “vuelto hacia el hombre” porque los personajes salen a su encuentro, o sea, el mundo del icono es el comentario iconográfico de la “conversión evangélica”. El Iconógrafo utiliza colores radiantes, nunca sombríos. El color es llevado a su máxima saturación y ofrece una gama cromática plena, hasta el blanco. Los colores pueden cambiar conforme al tema, la escuela y el sentido de la composición.Hoy en día, el pintor maneja los colores como un arco iris fuera de su contexto cósmico; utiliza el espectro solar variándolo de muchos modos, pero no une el cielo y la tierra; no dice nada al hombre de un modo esencial; utiliza el juego del color para un fin estético.En el icono, el arco iris no es un juego estético. Los colores son símbolos escondidos. Según la Biblia, el arco iris es el gran símbolo de la Alianza entre Dios y el hombre. En la iconografía, el arco iris sostiene el cuerpo del Cristo Pantocrátor en el momento de su venida gloriosa.La luz en el icono sirve de materia colorante, la hace luminiscente en sí misma, lo cual vuelve inútil toda fuente de luz, como en la Ciudad celeste del Apocalipsis.A través de su conocimiento, el Arte Iconográfico lleva de “la Luz del primer Día” hasta la “Ciudad Luminosa” del “Último Día”.
FUENTE: EL MUNDO ORTODOXO

San Serafín de Sarov

http://www.fatheralexander.org/booklets/spanish/seraphim_s.htm